Luigi Garlando, escritor milanés, combina su trabajo de periodista
deportivo en el periódico Gazzetta dello Sport con sus recuerdos de
cuando era profesor de lengua en un instituto de Italia. Añora aquellos
días en que uno podía suspender a un alumno sin que este le llamara al
móvil para protestar. Hoy, cuando pone mala nota a un delantero
profesional, tiene que apagar el teléfono para no oír sus protestas. Eso
sí, cuando juega al fútbol con los compañeros de trabajo siempre gana,
porque aplica el lema de Gaston Champignon: solo busca divertirse.